el futuro héroe de armero
El hombre que sueña con encontrar a los desaparecidos de Armero
Francisco González, director de la Fundación Armando Armero, buscó durante cinco días a su padre luego de la avalancha que enlutó a Colombia en 1985.

Con el fin de sacar adelante la fundación Armando Armero, Francisco González ha tenido que vender algunas de las obras de arte que le pertenecían a su difunto padre, también su carro deportivo. Incluso llegó a plantearse en algún punto la venta de algunos de sus electrodomésticos que eran lo último que le quedaba. Con estos tintes dramáticos, contaba Jineth Bedoya en el periódico El Tiempo en el año 2013, la historia de Francisco González. Un artículo que después de leerse completo es un triste retrato de la lucha contra la corriente por sacar adelante un admirable objetivo.
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La casa de Francisco, contrariando a Jineth, es bonita y no carece de electrodomésticos. En su sala de visitas, en su apartamento ubicado en el barrio el Chicó, en Bogotá, hay una bella biblioteca llena con una gran cantidad de libros.
Adentrándose en el domicilio, está su oficina, a la que no le falta nada. Está equipada con escáner, impresora, computador y un televisor grande. Sí, vendió su carro hace algunos años y también algunas obras, pero el Francisco actual dice que invierte en la fundación a medida que va teniendo dinero, producto de las consultorías que hace o de su trabajo como jefe de prensa en la Filbo. “Yo no puedo llegar a la tienda y decir que me regalen las cosas porque es que yo soy el de Armero, el que hace las cosas buenas”, agregó.
Francisco abre la puerta mientras lee los mensajes que llegan a su celular, saluda amablemente. Después, interrumpe una conversación que empieza con el visitante, y se excusa mientras se sumerge de nuevo en su dispositivo móvil. El interior de su hogar remite instantáneamente a su fundación, pues al entrar hay cuatro gruesas carpetas de Armando Armero ubicadas sobre un escritorio.
‘Pacho’, como le dicen sus amigos y familiares, es un hombre de un metro sesenta de estatura. Su largo trabajo en la fundación ya ha dado sus frutos para las personas que intenta ayudar y para él, una alopecia ya se va tomando su cabeza. Mientras escucha los mensajes de whatsApp de una persona con la que trabaja, pide un descanso antes del comienzo de la entrevista; “se acabaron de ir los de Caracol y quedé mamado, me tuvieron cuatro horas”. Sus ojeras no lo dejan mentir, realmente está agotado.
“Fumar causa daños dentales” es la advertencia que está escrita en la caja de Marlboro de la que saca un cigarrillo que se pone en la boca mientras revisa su celular. Mientras tanto en la mesa central de su sala, es visible un cenicero con las colillas de tres cigarrillos. Enciende el que tiene en la boca y hace una llamada que se extiende por 15 minutos. El tema es la fundación, y se lo ve recorrer su casa, cigarrillo en mano, mientras da algunas quejas sobre una persona, cuya forma de trabajo no parece gustarle mucho a Francisco.
Cuelga la llamada, deja su cigarrillo en el cenicero y se dispone a atender más compromisos de la Fundación en la que ha puesto su esfuerzo y su vida. Comienza la entrevista.
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Todo comenzó hace ya casi 30 años, cuando la erupción del volcán Arenas en el nevado del Ruiz causó que el río Lagunilla se desbordara y en una furiosa avalancha de fango y escombros se llevara para siempre a aproximadamente 25.000 armeritas junto con gran parte del municipio.
Francisco se enteró al otro día en la radio por la voz del piloto Fernando Rivera, que su pueblo había desparecido. Su incredulidad no podía ser mayor, pues el fin de semana pasado había estado en el municipio y aunque presenció la lluvia de cenizas, nunca se hubiera imaginado la tragedia.
Después de cinco días de buscar a su padre, a quien no encontró, Francisco se sentó derrotado sobre una piedra que había arrastrado la avalancha y empezó a reflexionar sobre la tragedia. Fue en ese momento cuando inconscientemente la fundación fue concebida, pues empezó a preguntarse “¿por qué en el colegio yo sabía dónde nacía el río Rin, el Támesis, el Misisipi, el Sena; y por qué no sabía la historia de mi río?, ¿por qué no me contaron que en 1595 fue la primera avalancha?, ¿por qué no me contaron que en 1845 había sucedido la segunda?”.
Esas ideas seguramente estuvieron en su cabeza, durante lo que siguió de su vida. Hasta hace 12 años, cuando siendo periodista cultural observó en lo que se convirtió su ciudad natal, una arboleda de tumbas y epitafios, lo cual lo llevó a escribir un libro sobre el tema ‘Epitafios: algo de historia, hasta esta tarde, pasando por Armero’. Fue ahí cuando tuvo la idea de la fundación y decidió que esto no debía volver a pasar.
Cualquiera que visite la página de la Fundación podrá ver que es un proyecto en el que nada se ha dejado al azar y desde el principio planeó objetivos, metas, fases y retos. Por eso, la observación de Francisco, planteó tres fases: el centro de interpretación de la memoria y la catástrofe, la ruta de la memoria y el museo de las catástrofes naturales.
Con el primero, Francisco quiere que no pase de nuevo una tragedia de tal magnitud, por eso instaló pancartas en las ruinas de Armero que explican la historia de las avalanchas y quieren crear conciencia para que no haya planes de evacuación tan deficientes como el de su municipio natal.
El segundo pretende recuperar mediante el turismo la economía del sector, pues la que fuera una de las poblaciones más prosperas de Tolima, dio paso a desempleo para los sobrevivientes que aún habitan el norte del departamento. Finalmente, el tercero tiene como objetivo hacer memoria a las víctimas y comprender y valorar la población borrada por la avalancha.
En los primeros años de la fundación, que se creó 20 años después de la tragedia, estos fueron los motores. Actualmente el mayor enfoque es el proyecto niños perdidos de Armero. Este busca encontrar a los niños que por negligencia, mala fe o por la inmanejable emergencia de la avalancha fueron dados en adopción con sus padres vivos y se encuentran en el país o por fuera de él.
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Han pasado 10 minutos y Francisco pide un descanso en la entrevista. Mientras esta se desarrollaba encendió otro cigarrillo y llena el lugar de humo. Cuando se le pregunta, explica que lleva una semana entera con los medios.
Admite que entrevistas de televisión como la que acabaron de hacerle, llegan a ser muy tediosas, pero el objetivo de la Fundación es llegar a muchas personas para que lo llamen, se inscriban en la base de datos de sobrevivientes y así se dé el feliz reencuentro. Quien vaya a la página encontrara fácilmente el número celular, el teléfono fijo y hasta la dirección de la oficina de Francisco, o sea su casa.
Actualmente Francisco está escribiendo un libro al que le invierte 14 horas diarias, eso a menos de que le dé una cita a algún medio o algún estudiante. Por eso durante el transcurso de la semana ha avanzado muy poco. Y es que el próximo 13 de noviembre se cumplen los 30 años de la tragedia de Armero y su trabajo es maratónico pues quiere lanzarlo para la conmemoración.
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Claudia Ramírez Villamizar estaba en Bogotá el día de la avalancha, cuando se enteró de lo que había sucedido viajo inmediatamente a Armero y buscó a su familia por nueve días, finalmente logró encontrarlos. Su hijo Andrés Felipe Cubides no apareció, pero un amigo de la familia lo vio en el espacio televisivo del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF). Así que empezó la búsqueda por hospitales y albergues, pero no logró resultados. Años después, lo que veía la gente era una madre esperanzada en volver a ver su hijo pero sin ninguna prueba de que estuviera vivo.
26 años después, solo parecía creer en su versión su amigo de infancia Francisco González, quien decidió hacer un video y colgarlo en YouTube.
Seis meses después sus vidas cambiaron. Un buen día de 2011, Claudia vio unas imágenes de 1985 en Especiales Pirry en las que aparecía un niño de 5 años lleno de lodo, temblando de frio, recibiendo agua de los socorristas, Claudia reconoció inmediatamente a Andrés.
Ella llamó a Francisco y le contó, él hizo algunas llamadas y consiguió el video que ahora es la prueba concluyente para que nadie le diga a Claudia que cree que Andrés está vivo porque “no lo ha superado”. Ella volvió a tomar fuerzas para encontrar a su hijo, mientras tanto su amigo “Pacho” dio un nuevo enfoque a la fundación gracias a este acontecimiento.
En noviembre de 2012 la Fundación lanzó la iniciativa ‘Niños perdidos de Armero, una causa que nos toca a todos’. Desde entonces el director de Armando Armero ha estado muchas veces en las sedes del ICBF de Ibagué, Mariquita y otros municipios para indagar por alguna información, recibiendo siempre respuestas insatisfactorias. También exigió ver desde ese año, el libro rojo en el que están registrados los niños armeritas dados en adopción y que el bienestar familiar se negó en repetidas ocasiones a mostrar alegando el derecho a reserva. Hace poco, finalmente se dio a conocer el libro, pero los 250 niños que incluye son solo la punta del iceberg.
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Francisco sigue fumando su cigarrillo mientras me explica más sobre la Fundación. Al buscar propiciar el reencuentro de las familias, Armando Armero también debe hacerse conocer por medio del voz a voz. Por ello, en 2012 hicieron un acto en la Plaza de Bolívar de Bogotá, cuyo objetivo era presentarse ante los colombianos, y los armeritas que hubieran perdido a alguien.
Últimamente en 2014 y 2015, han recurrido a la academia, haciendo foros en las universidades Sergio Arboleda y Javeriana. En ellos indagan sobre las razones de la tragedia y como se hubiera evitado, del abandono del gobierno y sobre los niños perdidos, el eje central.
De repente, Francisco toma su cigarrillo y lo apaga en su cenicero, se pone más serio de lo que ya estaba e inclinándose hacia adelante mira a la cámara que graba la entrevista y siendo consciente de que se subirá a internet dice “por los 30 años (de la tragedia) este es un llamado, ya es hora de que estas madres y padres que hayan adoptado niños de Armero, les digan: “yo los adopté de Armero” y se comuniquen con la Fundación y nos hagamos prueba de ADN. Hagamos parte de este banco y logremos reencuentros. Hay que darle tranquilidad no solo a madres y padres, sino también a estos hijos buscando a sus padres”.
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Era 2012, la fundación Armando Armero se estaba dando a conocer en la Plaza de Bolívar. En el palacio Liévano un gran pancarta colgada, enfrente hay grandes carteleras de dos metros de alto en las cuales se pueden ver las fotos de varios de los niños sobrevivientes a Armero que fueron dados en adopción. Por una especie de coincidencia, Gladys Primo está en ese lugar a esa hora, ella sobrevivió a la tragedia y se acerca para averiguar de qué se trata. Habla con Francisco, y le cuenta sobre la corazonada que ha tenido toda la vida de que sus dos hijos están vivos allá afuera en algún lugar.
Hubiera sido una simple anécdota para Gladys y su familia, de no ser porque en la transmisión de Noticias Uno, por la conmemoración de los 27 años del siniestro, vio lo impensable. Su hijo Jesús Manuel Perdomo pocos segundos antes de subir a un helicóptero en brazos de un socorrista, voltea su cara para mirar hacia la cámara, como sabiendo que algún día su mama tendría que ver ese video y se daría cuenta que el mayor de sus hijos sigue vivo.
Llama a Francisco a quien recién conoció y le cuenta de su hallazgo. Su descubrimiento no tarda en salir en Noticias Uno, y el país ve conmovido a una madre rompiendo en llanto, mientras dice: “es él, es él”. Luego no tarda en ser contactada por el ICBF que le ofrece una reparación, pero ella no quiere dinero sino que alguien sea capaz de decirle donde está su hijo, que le responda el Gobierno por una vez.
Es en este proceso donde Francisco fue primordial para ella, pues siempre ha estado pendiente de su caso, y la asesoró con el fin de que el Instituto de Bienestar Familiar no cumpliera su cometido de indemnizarla y quitársela de encima. El director de Armando Armero programa reuniones con ella para contarle de cualquier avance, como nuevos extranjeros que digan haber nacido en Armero, pues aunque no vio a su hija Nubia Isabel, también está convencida de que está viva.
Hay muchos casos como estos que conoce Francisco y que cuentan con la particularidad que los niños perdidos, pueden estar en Ibagué, pasando por Estados Unidos hasta inclusive en Europa. Y es que el Estado colombiano fue desbordado de tal manera por la tragedia que no se respetó ningún protocolo.
El libro rojo, cuando fue revelado, mostró que solo 250 niños aparecen registrados, aquellos armeritas que terminaron en la sede Ibagué. En el resto del país hubo adopciones por organismos distintos al ICBF, que no tienen o no quieren proporcionar listas. Otros niños fueron sacados del país, con su nombre y apellido cambiado por extranjeros.
Pero lo más grave fue lo ocurrido en muchas terminales de transporte del país, ahí los niños eran enviados para sacarlos de la zona de desastre y sin ninguna protección o tutoría adulta, fue muy sencillo que fueran raptados por adultos que no los conocían. Esto causa que como dice Francisco, algunas no sepan siquiera que son nacidos en Armero. El director llama a esta vergonzosa cantidad de adopciones ilegales, una “feria del niño”. Teniendo en cuenta esto, se comprende la dificultad de encontrar a un niño armerita, haciendo que el hecho de reencontrarlos sea tan difícil e inesperado como lo fue darse cuenta que estaban vivos.
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Termina la entrevista y Francisco se dirige a su oficina. Tiene un escritorio detrás del cual hay un mapa de Armero que ocupa toda la pared y enfrente hay un televisor, menos grande y que tiene como objetivo mostrar a quien vea los antiguos videos del ICBF en los que se reseña a los niños que fueron rescatados en aquellos días, esto, con el fin de que otra madre tal vez pueda descubrir que su hijo vive.
Viendo la seriedad de Francisco resalta el contraste con Claudia Ramírez o Gladys Primo, con historias tan fuertes que sus ojos tratan de ceder al llanto. Al ser consultado por la historias de ellas y de las otras madres dice “todas las historias de los familiares de los niños de Armero, impactan, son interesantes, son dolorosas pero también son esperanzadoras, todas conmueven, todas dan ganas de trabajar y de seguir investigando por lograr estos reencuentros (…). Lo más conmovedor es ver que a la gente esto le da ánimo y que guardan esa esperanza de encontrar a sus hijos (…) lento pero hay señales”.
Se acerca la conmemoración de los 30 años y Francisco tiene varios planes: le dirigirá una carta al presidente Santos para exigirle que rompa con el abandono en el que él y sus antecesores han dejado a Armero, proyectará en el antiguo parque central del municipio los videos del ICBF, celebrará la apertura del Museo en Armero Guayabal y si le es posible lanzara el libro ‘Armando Armero’.
Francisco ya luce cansado al final de la visita y es de suponer que va a dormir pues bosteza bastante, no obstante el confiesa que dormirá dos horas y se levantara a continuar con él libro. Finalmente acaban las preguntas sobre Armero y Francisco cede su seriedad, ahora más bien parece “Pacho”.
Se queda en su casa, nadie sabe hasta cuándo seguirá trabajando en la fundación, seguramente hasta que encuentre a todos y cada uno de los niños de Armero.
Pensando en la gran tragedia que sucedió en el pequeño pueblo de armero hace algunos años.Recordando la trágica muerte de la pequeña Omayra sanchez Garzon
la cual era una pequeña de 13 años victima del volcal del nevado del ruiz durante la erupcion que arazo el pueblo de armero,colombiano;por causas de esta grande imprecion la niña omayra llebaba 3 dias en ese sitio atascada lo cual se decide ir a acompñarla con camaras las cuales estas campataron sus ultimos minutos de vida.






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